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CUANDO EL GLAMUR SE IMPONE A LA RAZÓN.

Antes de nada, es conveniente que conozca cómo define la legislación europea un producto cosmético: “aquel de uso superficial, que no profundiza en el problema”.

Para nosotros, esto es reconocer que: la cosmética es apariencia y su finalidad es ocultar los defectos o carencias de la piel, y no mejorarlos o curarlos.

El proceso de valoración de un producto cosmético suele basarse en la superficialidad, en la satisfacción de los instintos primarios, olor y color. Puro glamur. Y ahí, en el glamur, es donde basan las grandes industrias sus campañas de márquetin dirigidas a instalar en la sociedad el estándar de producto cosmético que más se ajusta a sus necesidades y valores.

        La foto fija de alguien a quien ofreces probar un producto es olerlo y tras un intento de pensar y adivinar viene algún comentario tipo “ayy no sé, huele raro” (aceite esencial de …), o este otro:“tiene un colorcilloo…no sé”, (lleva extractos herbales que oscurecen).

Sí, es verdad, esta cremita a la que hemos mimado poniendo los mejores aceites, aditivos y aromas es rara, huele a geranio, un regenerador cutáneo y no a paja mojada (fragancias sintéticas). Huele raro porque lleva aceites o mantecas vírgenes que huelen a eso, a mantecas o aceites. En fin…

No es momento de entrar en detalles, ni mucho menos generalizar esta idea, pero creemos que, hoy en día, la cosmética se basa en la apariencia, con la finalidad de ocultar los defectos o carencias; si esto es así, la cosmética es un engaño.

Y no podemos culpar ni criminalizar a ninguna marca, ya que es la misma legislación la que limita su uso cuando la define como: “de carácter superficial, sin profundizar en el problema”. La propia legislación ampara la mentira, por tanto…Eso, lo que está pensando.

Es evidente que el artesano y la pequeña empresa, que basan su producción en principios éticos y valores, no pueden seguir estas directrices, entre otras cosas, porque necesita  para ser valorado, diferenciarse en cuanto a objetivos y medios.

Nosotros no creemos en la superficialidad del uso cosmético y sí queremos profundizar en el problema, aunque, para ello, tengamos que renunciar al glamur, pero no podemos engañar.

Eso supone una renuncia (y muy gustosa) a ingredientes de procedencia sintética, a los derivados de hidrocarburos, o también, a aquellos otros de procedencia natural, pero que han sido sometidos a procesos químicos de refinamiento, desodorización o blanqueo. Son los grandes responsables de potenciar el glamur y contribuir al deterioro de la piel.

 El nivel de exigencia que nos marcamos para elegir nuestros ingredientes atiende a un baremo que viene marcado por estos criterios: de origen vegetal, no sometido a ningún tipo de proceso químico, proveniente de comercio justo y que su impacto ambiental sea nulo.

Claro, es claro que nuestra cosmética tendrá poco glamur, pero sí tendrá principios y eficacia.

   

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