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Filosofía Slow

La cosmética slow nace como un movimiento ético y ecológico, que responde al exceso, superficialidad y marketing agresivo del mundo cosmético convencional. Busca devolverle a los productos de cuidado personal su sentido original: cuidar de nosotros con respeto por la piel, la salud y el planeta.


El término lo acuñó Julien Kaibeck, un aromatólogo belga, en 2012, cuando publicó el libro “Adoptez la Slow Cosmétique”. Ese mismo año fundó la Asociación Slow Cosmétique, con un sello distintivo que reconoce a marcas comprometidas con los principios del movimiento.

Kaibeck se inspiró en la filosofía del movimiento slow food, proponiendo una cosmética más humana, sostenible y honesta.


La asociación resume su enfoque en 4 pilares, muy alineados con tu forma de trabajar:

  1. Inteligente:
    Solo usa lo que la piel necesita. Evita promesas vacías y productos innecesarios.
  2. Razonable:
    Favorece el uso moderado, con ingredientes nobles, y promueve el autocuidado consciente.
  3. Ecológica:
    Ingredientes naturales, producción respetuosa y fórmulas biodegradables. Sin ingredientes contaminantes ni envases superfluos.
  4. Humana:
    Apoya a productores éticos, fomenta la transparencia y el comercio justo. Nada de tests en animales ni explotación de recursos humanos o naturales.

  • Ingredientes naturales y mínimamente transformados (aceites vegetales, aguas florales, ceras, arcillas…).
  • Simplicidad en la fórmula: pocos ingredientes, bien elegidos.
  • Envases ecodiseñados y sin exceso de embalaje.
  • No se recurre al miedo (marketing del tipo “anti”) ni a promesas milagrosas.

Más que una gama de productos, es una manera de ver la belleza: con conexión, honestidad y coherencia.
La belleza slow no busca esconder ni corregir, sino acompañar al cuerpo y la piel en su expresión natural.

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