El uso de los productos de la colmena como remedio curativo, se ha transmitido generacionalmente desde la prehistoria hasta nuestros días. Ese saber empírico, basado en la fe, está hoy en día avalado por resultados de investigaciones científicas, que ponen de manifiesto la composición cualitativa y cuantitativa de los productos de la abeja. Ello, ha dado lugar al nacimiento de una nueva ciencia: Apiterapia.
Este aval científico nos permite seleccionarlos en función del tipo de piel y ajustar su dosificación de forma eficiente y segura.
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Miel, polen, propóleos, jalea y cera, al ser elementos vivos, presentan gran afinidad con la piel, quien los absorbe con facilidad y los hace profundizar a través de las distintas capas que la componen.
Al mismo tiempo, esta afinidad cutánea, nos permite utilizarlos como medios de transporte de otros principios activos que presentan mayor dificultad de absorción.
Son productos con una composición compleja y variada (vitaminas, proteínas, minerales.), hermanados entre ellos, complementarios entre sí, y amigables con los procedentes de otras disciplinas, en especial de la Fitoterapia y Aromaterapia. Esta versatilidad y amplía oferta de ingredientes que nos ofrece la Naturaleza, es la que nos permite ofertar un producto de procedencia totalmente natural, no refinado. Un producto íntegro.
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(leyenda: abeja recolectando propoleo)
El uso de estos ingrediente conlleva un aspecto social, y son los beneficiosos efectos colaterales que este tipo de actividad cosmética tiene sobre los sectores implicados, en especial sobre la apicultura. Un sector muy castigado, con una gran dependencia e implicación medio ambiental y que encuentra una vía alternativa para la comercialización de sus productos y consiguiente desarrollo.
Nos preguntamos, ¿qué ser vivo es capaz de ofrecer tanto, a cambio de tan poco y sin dejar ningún tipo de residuo contaminante en ésta, su magistral obra?